¿Qué supone escribir un libro?
Un libro no se escribe porque sí. Tampoco para que te lean miles y miles de personas, salvo que tus deseos sean poco respetuosos hacia los demás ya que si esa es tu pretensión, quiere decir que tu energía está siendo de avasallar a los demás con tus creencias.
Seguro que has escuchado lo siguiente, porque está en boca de todos los de marketing y en muchas otras personas que se han creído esta idea: a cuantas más personas llegue, mejor.
Todos podemos pensar que lo que hemos aprendido debe estar al servicio de los demás. Podemos creer que les es útil a todos y un día vas y te das cuenta de que no hay nada más lejos de la realidad que eso. Cuando estudias medicina, fisioterapia, psicología y otras ramas sanitarias, en más de una ocasión te cuentan una verdad como un templo: lo que le vale a una persona puede no valerle a otra. ¿Por qué iba a ser diferente con un libro? ¿Qué te hace pensar que lo que tú tienes sí es lo válido?
Si no me crees, observa ejemplos de la historia y dime que piensas del Mein Kampf o, traducido al castellano, Mi lucha, de Adolf Hitler. En tan solo veinte años (1925-1945) se vendieron 20 millones de copias en una época en la que no había internet. ¿Cuál era la energía que quería mover Hitler? ¿Para qué quería que le leyera “cuanta más gente, mejor”? ¿Qué le diferencia a él de otra persona que “quiere llegar a muchas personas”?
En el fondo hay el mismo sentimiento de querer poseer y conquistar, aunque en menor escala, lógicamente.
Nos creemos mejores que Hitler porque no hemos asesinado a millones y millones de personas. En cambio, si podemos imponer, tergiversar y manipular a los demás, no nos avergonzamos por ello. Les estamos limitando su libertad, y nadie dice nada.
Sinceramente, cada vez siento más que la energía y la intención con la que se hace lo que uno hace es lo que realmente importa. La acción puede ser la misma, pero el resultado variará mucho. Si estoy sonando muy metafórico, intentaré bajarlo a tierra con el siguiente ejemplo.
Imagina que eres abogado o abogada. Tienes un puesto de trabajo en el que tienes que trabajar en un despacho y encargarte de muchas, muchísimas tareas. En tu fuero interno, sabes que la vida no es estar tan agobiado/a haciendo mil tareas en un despacho, sino que la vida se trata de vivirla y disfrutarla. Te conformas con 30 días de vacaciones al año, pero durante toda la semana - quizá también los sábados - trabajas desde las 8 de la tarde hasta las 22h. Todo esto, te lleva a tener síntomas por la encrucijada en la que te encuentras porque tu cabeza te dice una cosa y dentro de ti sabes que lo que estás haciendo es desaprovechar tu vida.
Como dentro de ti hay algo que te dice que no estás haciendo lo que realmente quiere tu Ser, el cual solo quiere amor porque sabe lo que es, aparecen los problemas, los cambios de humor, los síntomas físicos, la desilusión, las ganas de escapar (sexo, relaciones, alcohol, etc), estrés continuo aunque silencioso, decisiones que no son del todo correctas, dolor de cabeza, etc.
La intención y la energía puesta en el trabajo tiene que ir destinada a otros menesteres. Al estar yendo hacia el trabajo, su cuerpo se va debilitando.
¿Ves que esto que te comento de la intención y la energía es extrapolable a todo? Da igual que nos refiramos a la intención y energía que se pone en la escritura de un libro, en la realización de un trabajo, en la relación familiar o en la relación con una pareja.
Entonces, si esto es tan importante, ¿por qué seguimos actuando bajo los influjos de las superficialidades que vemos y no bajo los influjos de la intención y la energía?
En alguna carta he comentado una pregunta que me han hecho varias veces con respecto a las cartas y ahora también con respecto al libro que escribí. La pregunta es que para quién escribo, o para qué escribo. Siempre he contestado que escribo para mí y lo mantengo a día de hoy. No concibo otra forma de escribir, otro propósito. Me parece insulso escribir para los demás y olvidarme de mí, y me parece absurdo obviar que cuando escribo para mí también otras personas se van a ver reflejadas en esas palabras.
Mi energía y mi intención es escribir. El puro hecho de escribir. Lo que venga después de ese acto lo dictará Dios, el destino, o lo que sea. No depende de mí. Tampoco quiero la negatividad y egocentrismo que está encerrado en la expectativa, el anhelo y la pretensión de querer llegar a más gente. ¿Qué desprestigio le estoy haciendo a las personas que ya leen lo que escribo? ¿Acaso no son importantes? ¿Acaso son menos importantes?
Evidentemente para mí, cada persona posee un incalculable valor y eso es lo que siento y percibo. Es igual que esté “tratando” o me esté leyendo una persona. Sigue siendo incalculable tanto su valor como el valor que tiene para mí.
Profundizando un poco más me doy cuenta de lo siguiente: incluso el párrafo anterior es egoico. Ni siquiera el valor es algo en lo que fijarse. En lo único que merece la pena fijarse, para mí, es que estoy haciendo lo que debo hacer en este momento. Este hecho no es que sea suficiente. Tampoco es que sea perfecto. Este hecho, simplemente, Es.
PD: El libro del que te hablo es este: Tiempo para mí; tiempo para ti.